Las recámaras como áreas privadas representan la oposición al espacio
público dentro de las casas. Estaban distribuidas a lo largo del corredor. Se accedía a
ellas por las puertas de cuarterones con vidrios, estas puertas se cubrían con
visillos para resguardar la intimidad familiar y, por la noche, se cubrían con
los llamados oscuros (grandes puertas de madera de hojas) en busca del
aislamiento necesario para el merecido descanso. Hacia el interior, las
recamaras eran habitaciones
de techos altos que a la vez se comunicaban entre sí. Una cama de madera fina o de latón con
su colchón a la medida daban la comodidad necesaria a
sus ocupantes, también servía para guardar bajo de ella la imprescindible
bacinica. Arcones
y baúles y después los roperos, servían para guardar la ropa y los objetos de
valor. También las mesillas de noche eran muebles propios de ella. En la recámara
se desarrollaban otras actividades además de reposar: los antiguos poblanos
nacían, amaban, rezaban y morían ahí.
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