Los corredores o pasillos eran los centros
neurálgicos de la casa, el lugar perfecto para transitar libremente y el
punto
de encuentro para la gente que habitaba las casas.
Pasillos como angostas aceras cubiertas con grandes lajas, con losetas de barro
o con mosaicos de variados diseños geométricos de brillantes colores. Corredores entre muros
de luz y barandales de hierro forjado de los que sobresalían los aros con
macetas de talavera, de barro o las recubiertas con cerámica blanca pegada en pedazos, en ellas florecían geranios,
hortensias, aretes y malvones…
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