Evento en Profética Casa de Lectura, 9 de noviembre 2011
Los presentadores con Lilia: Adrián Mendieta, Antonio Ramírez Priesca, Francisco Vélez Pliego y Rosalva Loreto
Rosalva Loreto López
Doctora en Historia
…'Casa
poblana. El escenario de la memoria personal' está basado en el corpus documental de la
fototeca Lorenzo Becerril y esto lejos de ser únicamente un ejercicio de
difusión, plantea un problema importante que fluctúa entre la valoración de la
imagen como arte y como documento. Parto de revalorarla como tal por lo que
pongo sobre la mesa esta propuesta interpretativa a través de mirarla como
objeto y como representación. Como ha señalado Beaumont Newhal, la cualidad de autenticidad que acompaña al
hecho fotográfico supone implícitamente darle un valor especial como testimonio…cualquier
foto puede ser entendida como un documento si se infiere que contiene
información útil sobre el tema específico que se estudia, amén de los temas
colaterales plasmados en la propia fotografía…Así vemos organizada la ciudad,
la casa de todos como escenario contenedor de calles, casas, espacios públicos
y abiertos que articulan la privacidad de los cerrados para abrir las puertas
de los secretos de la intimidad familiar…Esta selección en especial,
correspondiente al desglose del patio al baño incluyendo la azotea, se
convierte en un recorrido fascinante de la intimidad, pero no en un sentido
mórbido sino propositivo. La documentación de archivo omite, evita, distrae la
mención de la privacidad y es la fotografía de estos espacios lo que permite a
través de un discurso visual, no escrito, romper el tabú. Pero no se trata de
una exposición superficial sino que esto también se traduce como una metáfora
de la modernidad, de la civilización, de la especialización del espacio
doméstico que no fue gratuita, sino que requirió de la confluencia de redes de
conocimiento que permitieran abrir una llave y tener agua no digo en la
recámara, sino en un baño…Este es un ejemplo de una re interpretación de la
fotografía de lo cotidiano. Lo mismo sucede con la cocina que ya parece cobijar
a los personajes de Lilia, diferenciada de un comedor y otra vez nos sugiere
recorridos históricos, fue hasta la segunda mitad del siglo XVIII cuando
encontramos la palabra por primera vez. Esto nos remite a múltiples
significados en esta especialización del lugar y del comportamiento en él.
Comer en familia no implicaba comer sentados en torno a una mesa, la existencia
del comedor es otra vez una adaptación cultural que asocia su generalización
con los cubiertos de metal, con mantelería facturada ex profeso y con la
iluminación y la ventilación que eran exclusivos de los espacios conventuales. Estos
acercamientos permiten una reflexión novedosa para entender las grietas por
donde se necesita expresar la modernidad, la urbanidad, el decoro y la etiqueta
tan preciadas por los poblanos, en este sentido fotografiarse se constituyó en
un ejercicio de representación social, de construcción y sobre todo concebirse
como parte de una sociedad que dejaba, a través de las imágenes, su huella…
Francisco M. Vélez Pliego
Doctor en Sociología
La fotografía constituye, sin lugar a
dudas, uno de los ejemplos del largo proceso de innovación en el que nos
embarcamos los seres humanos. Resultado de la confluencia de diversos
experimentos desde 1839 la fotografía ha permitido reproducir fragmentos del mundo
en que vivimos. Más allá de los procedimientos y técnicas, lo que es un hecho
es que se han convertido en documentos polivalentes que nos permiten asomarnos
a épocas, modas, estéticas, prácticas sociales, ritos de pasaje, paisajes
culturales, entre otras búsquedas y cuya comprensión ha dado origen a diversos
campos de investigación en las ciencias sociales y humanidades. Lilia Martínez
nos permite un amplísimo recorrido de un siglo de imágenes de la ciudad de
Puebla (1874-1974)… Mediante estas imágenes aportadas por los fotógrafos
aficionados o no podemos asomarnos a las convenciones que dominan el gusto
estético del fotógrafo y del entorno familiar en el que se captura la imagen,
representado por los objetos, los lugares y los personajes fotografiados o la
composición misma de las imágenes, todo parece obedecer a reglas implícitas que
se adoptan generalmente y que en el ámbito familiar se reproducen como tales. Estas
fotografías familiares nos muestran las reglas de una etiqueta social que toman
los fotógrafos de fiestas de familia y de “recuerdos” que ilustran los
distintos momentos de la vida, incluida en algunos casos las imágenes de la
muerte. Sin duda la obra contribuye a reconocer en ese cuerpo de reglas
implícitas o explícitas que definen los gustos dominantes en diferentes épocas
en ritos que comparten grupos y clases sociales: el matrimonio, el bautizo, la
primera comunión, y que se recrean en espacios públicos y privados teniendo
como escenarios la ciudad y sus templos, la calle y sus hogares. Vislumbrar
esas reglas nos permite tener una visión cultural de esta sociedad de manera
más compleja y legítima…También nos permiten vislumbrar elementos ornamentales
de la arquitectura poblana y del mobiliario que acompaña los espacios
interiores de las casas. Estos elementos son el resultado de una estética de
épocas diversas que nos muestran el devenir histórico de la ciudad, los juicios
y los comportamientos estéticos de los habitantes de la ciudad que se organizan
de una manera no menos sistemática, pero a partir de un principio muy diferente
a la imagen fotográfica, en la medida en que el gusto reflejado en las
decoraciones y el mobiliario no es sino una dimensión del sistema de valores
implícitos, correlativo a la pertenencia al grupo social. En el universo de
imágenes seleccionadas por la autora destaca el capítulo VI dedicado
íntegramente a una selección de fotografías de mujeres realizadas por Juan
Crisóstomo Méndez considerado por Lilia como uno de los fotógrafos más
importantes de Puebla [;] las mujeres fueron fotografiadas en el ambiente de
sus hogares y reflejan propuestas de composición y una calidad técnica muy
importante…Este conjunto de imágenes y textos sin lugar a dudas contribuyen a
una mejor comprensión de la ciudad, su arquitectura y sus habitantes poniendo a
nuestro alcance esta su mirada sobre el escenario de la memoria personal.
Adrian Mendieta
Fotógrafo
Mi relación con el libro se inicia con la revisión
de los fondos que tiene la Fototeca
Lorenzo Becerril, un esfuerzo realmente único en el país, donde el interés y la
curiosidad de Lilia ha permitido ir atesorando imágenes de los mas heterodoxos
orígenes, calidades y autores. Cuando empezamos a revisar los diferentes
materiales que integraría el libro, nos dimos cuenta que no podía ser una
historia de la arquitectura, tampoco una historia de la vida social, tampoco
una historia de la fotografía en Puebla, el libro permitía ir construyendo
muchas historias que a la vez se hermanaban con el criterio con el Lilia ha
venido atesorando estas imágenes, es decir un criterio discusivo donde están
todos los estatus sociales, los diferentes niveles económicos culturales en sus
diferentes actividades, en sus diferentes espacios sin discriminar a ninguno y
tampoco sin privilegiar a nadie, esta es la riqueza que tiene el archivo, no
recuerdo haber conocido otro archivo como el de Lilia… Esta es la grande
riqueza de la fototeca: la diversidad, la pluralidad y la función democrática
de la vida cotidiana, en este caso de la ciudad de Puebla. Creo
que el libro cumple también otra función, y es la de provocar la curiosidad del
lector, ya lo probé con algunos familiares poblanos a los que se los compartí, ellos
de inmediato empezaron a seguir el rastro de la gente, ubicar las casas,
recordar negocios, algunas veces reconocer algún amigo, un médico o un
profesional destacado de la ciudad de Puebla, pero sobretodo, ellos empezaron
asociar la imagen que estaba en el libro con su propia experiencia. Ellos
también tenían registros fotográficos de tal cual actividad a lo largo de sus
vidas, y se dieron cuenta que con un poquito de interés, esto se puede
convertir en un documento importante para sus familiares mas cercanos y, en
este caso, creo que el libro es un gran material didáctico ya que mucha gente
va a empezar a rastrear su propio archivo familiar. Del libro quiero referirme a dos aspectos que me parecen
sobresalientes, el primero el rescate del espacio de la azotea, un espacio con
una vida muy particular que iba desde lo muy privado porque aquí tendían la
ropa, que sí que la ropa sucia se lava en casa, ahí también sucedían muchas
actividades de la vida cotidiana desde el enamoramiento, el escape silenciosos
y secreto para el encuentro con alguien, el ocupar la azotea para los largos
baños de sol, una actividad poco común en la [vida] pública. Estoy seguro van a
estar apareciendo mas imágenes que van a enriquecer los usos que se le dieron a
esta parte de la casa. Y el segundo aspecto, que me interesa mucho porque creo
que, aunque se le han dedicado algunas publicaciones a Juan Crisóstomo Méndez, todavía
tenemos mucho trabajo de investigación sobre su obra, … [es la inclusión de] algunas
de sus imágenes, lo que es un reconocimiento importante a uno de los grandes
autores de la fotografía en Puebla, ese maravilloso artista que tuvo el valor
de alterar la vida del patio y del corredor, para convertirlo en un espacio de
seducción, en un marco de enamoramiento, y nos regalara algunas de las imágenes
más insólitas, extraordinarias y hermosas que se hayan tomado en estos espacios.
Ojalá este libro sea una invitación para que ustedes revisen sus archivos para
que conozcan el trabajo de otros fotógrafos poblanos.
Antonio Ramírez
Priesca
Anticuario
Anticuario
Puebla, durante 300 años, fue una
ciudad que rivalizó con la Ciudad de
México en muchísimos campos, ya que fue un emporio agrícola y comercial desde el
siglo XVI. Su riqueza cobijó a una serie de talleres de manufacturas como los
textiles y la loza de talavera, además de otros campos de la industria. También
su opulencia se manifestó en las grandes artes: la escultura, pintura y en sus construcciones
arquitectónicas, únicas en el virreinato y, hasta el siglo XIX, por ejemplo, la
incursión de la talavera y el ladrillo en las fachadas de nuestras casas. Así
es como nuestra ciudad fue diferente. Ciudad que hoy reconocemos en el Centro
Histórico. Si observamos una fotografía aérea actual, nuestro Centro Histórico
es una zona mínima comparada con la gran mancha urbana que ahora representa la
ciudad de Puebla, sin embargo, esta pequeña zona fue la que nos dio identidad y,
a través de estas imágenes que ahora Lilia muestra en el libro, es que nos
damos cuenta como la población vivía, festejaba, ofrecía recepciones, comía,
cocinaba. ¿Y por qué creo que las imágenes del libro son tan importantes para
nosotros? Ahora los mexicanos de alguna manera estamos ante una realidad cada
vez más compleja, y quizás recordando las imágenes de nuestros ancestros nos
remitiremos a los recuerdos que tenemos en nuestra memoria de la casa
ancestral: los de las casonas del Centro Histórico, casonas que ahora muchas se
han convertido en estacionamientos, bodegas y comercios y que ya no son casas
familiares; sin embargo, esos recuerdos de las casonas ancestrales siempre
serán cálidos, solidarios y muy cercanos a nosotros. Pero ¿qué pasara cuando
nosotros ya no estemos en este mundo? Esos recuerdos se perderán, y entonces quedarán
las imágenes del libro que de alguna manera nos ayudarán a explicar ese pasado
que tuvimos, y ojalá que también esas imágenes sirvan para construir el mejor
futuro que este Centro Histórico se merece.
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