Se llamaba Angelitos a
los niños que morían después de bautizados y antes de tener “uso de razón”. Sus
exequias eran conocidas como velorio de Angelitos. Este velorio era una
conmemoración vivida dentro de una ceremonia católica, su tránsito a la Gloria
no era un duelo, sino que era festejado con alegría y con gozo, porque se
consideraba que estos niños estaban destinados a vivir libres de toda desdicha.
Su despedida comprendía una serie de rituales que se realizaban en la casa del
infante… para la velación se exponía como si estuviera en altar o dentro de su
caja. Ahí se les rodeaba de elementos iconográficos tales como una corona en su
cabeza, símbolo de la gloria reservada a las almas incorruptibles [que] vivieron
virginalmente; ese era el momento en que se lanzaban los cuetes que anunciaban
la “coronación”. Además, en una mano se les ponía la palma florida y en la otra
una flor blanca: nardo, azahar o azucena… Los familiares tenían la creencia de
que había que despedirlos con una fiesta, ya que su alma se iría directamente
al cielo; con esa certidumbre, y en su honor, alternadamente se realizaban juegos de velorio… La llegada del fotógrafo era parte del ritual, las
imágenes tomadas más tarde ocuparían un lugar destacado en el altar familiar ya
que representaban al niño ausente; así, él seguía teniendo un lugar en el seno
de la familia. De la fotografía se hacían varias copias que se daban a
padrinos, parientes y amigos, algunas eran entregadas con una dedicatoria al
reverso…
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